La mayoría de las veces escucho el daño que hace y la herida que deja una experiencia de abuso sexual. Se hace mucho énfasis en los síntomas: insomnio, depresión, disfunciones
sexuales, dificultades en las relaciones. No podemos sólo trabajar “el
síntoma” (lo pongo entre comillas porque las personas no están enfermas) sin tomar en cuenta los factores
sociales que influyen. Cuando
empecé a escribir este libro, hace quizá más de 10 años, se sabía poco de esta
problemática.
Primero aprendí todos los síntomas que podían deberse a una
experiencia de abuso y mi intensión era que se conocieran para que los y las
terapeutas pudieran relacionarlo y atender mejor a las personas que lo vivían.
Después aprendí que saber que la persona que lo sufre no
tiene la culpa, que va a poder salir adelante, y que de alguna manera lo ha
hecho ya, puede significar una gran
diferencia.
Michael White (2006) comenta que las
personas no son un recipiente pasivo el trauma que vivieron, hacen lo mejor que
pueden para resistirse y superarlo. Lo que hacen las personas va de acuerdo con lo que es importante para ellas, tiene que ver con sus intenciones, sus sueños y esperanzas.
Quizá ahora esto parecerá muy obvio, pero mi
deseo de compartir mi experiencia nació precisamente de escuchar con frecuencia
que terapeutas sin querer culpaban a las personas con preguntas inocentes como
¿por qué no gritaste? O a las mamás al responsabilizarlas con preguntas como ¿y donde estaba usted
cuando eso pasó?
Me di cuenta de lo importante que era preguntar ¿qué hiciste cuando eso pasó?, ¿cómo respondiste? Así descubrí que si "no habían hecho nada" era por miedo a que les fuera peor y esa es una manera de protegerse, entonces ¡SI HICIERON ALGO! Al "no hacer nada" impidieron que les fuera peor.
Con el tiempo, se han ido difundiendo las ideas de género y
violencia y las cosas van cambiando, aunque no mucho en las escuelas, donde del
tema casi no se habla. Y aun se habla mucho más de los síntomas y no de las respuestas y su relación con las habilidades de las personas.
He ido aprendiendo cada
vez más sobre la Terapia Narrativa de Michael White y David Epston y mi forma de trabajar ha ido cambiando con el tiempo. Empecé a reunir
información con lo que había aprendido en psicología tradicional, es decir,
desde un punto de vista estructuralista y con el tiempo he ido cambiando a una visión más post-estructuralista, por la
influencia de la terapia narrativa. Y aunque este libro no es muy “narrativo” en
el sentido estricto de las ideas de esta terapia, creo que puede ser de
utilidad y tiene su influencia.
Mi interés es compartir la
experiencia que he recogido a lo largo de tantos años. Cuando yo empecé a
trabajar este tipo de problemas había muy poca información y toda ella en
inglés. Primero empecé a traducir partes de libros que me parecían interesantes
para compartirlo con mis compañeras de trabajo, y la información fue
creciendo…Hay tan poca literatura en español y la poca que hay suele culpara a
las madres y a no tomar en cuenta los contextos que rodean a esta
problemática.
Me parece importante aclarar que
me referiré al ofensor como masculino y a la que sufre el abuso sexual como
femenino porque así es en la mayoría de las veces. En ningún momento pretendo
negar que los hombres también lo sufran o que las mujeres puedan ser ofensoras.
Y para ello hay todo un capítulo.
WHITE
M.: Working with people who are suffering the consequences of multiple trauma:
a narrative perspective. En Trauma: Narrative responses to traumatic
experience. Edited by David Denborough. Dulwich Centre Publications 2006.
Australia
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